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Lago de Sanabria, refugio de las almas errantes

La tragedia convirtió sus aguas en un inmenso cementerio, refugio de las almas perdidas de Ribadelago que cada 9 de enero despiertan y miran hacia la montaña.

El 9 de enero de 1959 la presa de Vega de Tera reventaba a las 12.23 horas de la noche y volcaba su agua sobre el pueblo de Ribadelago, anegando sus tierras y viviendas, sembrando la muerte y el dolor, el terror, la nada.

De las 144 personas que perdieron la vida en la catástrofe, sólo 28 cuerpos pudieron ser recuperados. El Lago se convirtió entonces en un inmenso cementerio, refugio de las almas perdidas de Ribadelago que cada 9 de enero despiertan y miran hacia la montaña.

La codicia del hombre abrió la grieta en aquellos muros desbordándolos y los responsables quedaron impunes. Los muertos sepultados en el silencio, en el olvido.

Han pasado los años y en sus orillas florece la vida y la alegría, los corazones cicatrizados, las vivencias felices de cada verano, el reflejo limpio y puro de la nieve.

Su negrura insondable de invierno, el lamento sordo de sus madrugadas son recordatorio cada enero de la tragedia, del dolor de las gentes, y sus muertos sin tierra.

Espejo de soledades, refugio de las almas errantes.

Foto: Pablo Andrés

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