Vinos de Toro, historia y tradición de siglos en la copa
Los vinos de Toro cuentan con una gran tradición, anterior incluso al asentamiento de los romanos en la zona, bañada por el río Duero.
Presentes en grandes obras de la literatura española, ya en la Edad Media gozaban de gran prestigio y refrescaban las gargantas de nobles y reyes así como de los peregrinos que llegaban a Santiago, siéndole concedido privilegios reales por parte de los Reyes Católicos que permitían su comercialización en ciudades donde la venta de otros vinos estaba prohibida como era el caso de Sevilla, donde no pagaban aranceles.
Por su mejor conservación en las bodegas al no oxidarse en las largas travesías, fueron los vinos de Toro los primeros que llegaron a América en las bodegas reales y navíos que conformaron las expediciones al Nuevo Mundo. A caballo entre la historia y la leyenda, se cuenta que la carabela “La Pinta” fue así bautizada por el toresano Fray Diego de Deza, confesor de Isabel la Católica, en recuerdo de una pinta (medida) de vino de Toro.
La terrible plaga de filoxera hace que en el siglo XIX se exporte en grandes cantidades a Francia para suplir la falta de vino de sus bodegas. Avanzando el tiempo, ya en los años 70 del siglo XX se dan los primeros pasos para crear lo que con el paso del tiempo llegaría a ser la Denominación de Origen Toro, reconocida de forma oficial en 1987. En la actualidad el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Toro avala la calidad de 51 bodegas con estrictos controles de calidad que basan sus vinos en la uva Tinta de Toro, tempranillo.
En la última década del siglo XX la D.O Toro ha experimentado un fuerte empuje con la presencia de destacadas bodegas nacionales e internacionales.
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