Libre te quiero
Libre te quiero, como nos quería Agustín en sus poemas. Libre cantando tu libertad bajo la lluvia; libre caminando descalza sobre la tierra, libre bajo los paraguas de la Plaza Mayor; libre para ser lo que quieras; para no ser lo que elijan los demás.
Libre te quiero. No con la pata quebrada y en casa. No como una cenicienta del siglo XXI o en la cocina. Aquí, en este rincón, sólo queremos en la cocina a aquellas maestras de los fogones que disfrutan cocinando, a las sabias transmisoras de las recetas y de historias generación tras generación, cerca del fuego, en esta tierra de matriarcados y mujeres fuertes que trabajaban el campo y la siega y la vendimia con los hijos atados a la cintura.
Libres os quiero. Libres y vivas. Que el único cuchillo que tengáis enfrente sea el de pelar las patatas o cortar la cebolla; que la única sangre en casa sea la de la ternera fresca de Aliste y de Sayago y la única matanza la del cerdo en La Purísima, cuando curan los jamones con los rigores del invierno en esta tierra.
Libre te quiero, y blanca como el azahar o negra como el azúcar moreno, sin distinción de colores ni de razas. Cristiana como el agua bendita o musulmana como el alfajor. Que el morado jamás sea el rastro de una herida en la piel o en el alma; sólo el color de la túnica del Nazareno o de una lombarda para Nochebuena; que los golpes sean para majar unos ajos de un sólo embite; que las palmas de las manos y los puños cerrados sólo se afanen para dejar una masa fina en su punto. Que las únicas lágrimas sean de mala leche cuando se te quema el pastel en el horno, cuando está rabiosa la cebolla, cuando se te fermenta el guiso del día o cuando se rompe la fuente de loza buena.
Libre te quiero cantando libre bajo la lluvia como han cantado hoy las mujeres en la Plaza Mayor de Zamora. Libre en noviembre y en la primavera, en un calendario donde todos los días sean 25 de noviembre, donde hombres y mujeres le quitemos el apellido a la violencia contra la mujer, a la violencia de género. La ley del terror.
Porque ser libre es eliminar la violencia, venga de donde venga; es educar en el respeto, es construir, es cocinar al alimón, es levantar la casa sobre los cimientos de la tolerancia, sazonar con amor cada plato, cada hora, cada menú de nuestra vida.
Ni de Dios, ni de nadie.
Ni tuya siquiera.
(Foto Agustín García Calvo: Artistas de Zamora )