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La tienda de Carla baja la trapa

🔴 El Covirán de la Plaza de los Ciento, que ha surtido por más de treinta años a los vecinos de la zona, echa el cierre. El casco antiguo pierde una de sus tiendas emblemáticas.

La tienda de Carla, el pequeño Covirán de la Plaza de los Ciento, ha echado el cierre y mi barrio, en el corazón del casco antiguo, se ha quedado sin su tienda de toda la vida. Esas tiendas donde encuentras un poco de todo y donde el trato humano es un artículo añadido que no tiene precio.

Manolo y Carla, esa pequeña gran mujer que tiene más arrestos que un batallón de artillería, bajaban la trapa hace unos días después de surtir y atender a todos los vecinos durante más de treinta años. No habíamos tenido otra tienda desde que cerraron Mariano y María, aquel ‘Ultramarinos’ (cómo me gusta esa palabra!) de la esquina de la Rúa, donde hoy se ubica Aperos y Viandas.

Más que vecinos, somos esa gran familia que se agrupa desde que pasas la Plaza de Viriato o la iglesia de La Magdalena y hasta que llegas a la Catedral. Ese casco antiguo donde cada vez quedamos menos, pocos pero bien avenidos. Ese casco antiguo con el que a todos los políticos de esta ciudad se les llena la boca para desbordarlo de vida, para rehabilitarlo, pero si alguien intenta hacerlo sólo encuentra trabas, parones en las licencias o una lista de imposibles en Patrimonio. 

Carla, siempre alegre, siempre como un terremoto, y Manolo, más reservado, casi siempre con la furgoneta «pa acá y pa allá», convirtieron el rinconcito de los soportales en punto de encuentro vecinal. La compra y el parlao iban de la mano, y el cariño, y el apoyo en los momentos difíciles y la alegría en los momentos bonitos. Y la lotería de Navidad, claro, siempre con la esperanza de una lluvia millonaria sobre nuestros tejados.

Allí, entre frutas, pan, embutidos, yogures, conservas, productos de limpieza, refrescos, helados, pastas, pan Bimbo y tigretones, ambientadores, geles, antipolillas, aceites, comida para mascotas y ese «de todo un poco» que cabe en las tiendas de barrio, había, se respiraba más calor que en muchos hogares. Por no hablar de la pandemia, cuando nos encerraron y nos amordazaron en casa, cuando Carla tiraba de su carrito y nos acercaba las cosas a mediodía, como lleva haciéndolo toda la vida con las monjas Marinas, en invierno o en verano, llueva, haga frío o bajo la canícula. Cuánto te van a extrañar los mediodías solitarios de nuestras calles. 

La crisis, la inflación, la proliferación de grandes superficies en las cercanías, tantas horas a pie de mostrador, tanto trabajo ya a las espaldas, el cansancio, los números que cada vez compensan menos, la salvajada de impuestos con que nos fríen a los autónomos…un poco de todo, un todo de mucho, se alinearon para bajar la trapa, como la están bajando tantos pequeños negocios del comercio tradicional víctimas también de la globalización, de internet, de las prisas, de este mundo cada vez con menos corazón.

Carla ha echado el cierre y el casco antiguo pierde parte de su corazón, de su pulso. Con el recuerdo de Dolores, que al final no nos conocía, aunque nosotros sí sabíamos quién era ella; de tantas conversaciones a pie de mostrador con Martín y Carmen Ramos, Maruchi, Amelia, Azu, Ángeles, nuestra Anita Cordero, nuestro ángel, Manolo Iglesias, que también se nos fue; los Mesonero, Pilar Pelegrín, Teresa, Marisa, Miguelón, Antonio…todos, tanta gente buena del barrio que nos poníamos al día entre kilo y kilo de tomates de la huerta. Con alguna lágrima y emociones compartidas si había que llorar y también muchas risas, con esa pasión por la Pasión que aún ilustra sus escaparates ya apagados, ya cubiertos de carteles sin luces que se enciendan en el interior, el viejo Covirán ha cerrado sus puertas y a todos nos falta un trocito de vida. Qué tristes, qué apagados serán los días este invierno.

Primero fue el De Picoteo, después el quiosco de San Ildefonso (siempre nos quedarán el gran Felipe y Rosi en la Rúa, aleluya!) y ahora la tienda de Carla (que nunca se ha llamado la tienda de Carla, pero siempre será la tienda de Carla) se suma a esa lista de locales vacíos que un día tuvieron vida, eran la vida. Una vida que cambia a pasos agigantados en este siglo XXI que muchas veces no entiendo.

Sólo queda dar las gracias a Carla y a Manolo por tantos años, por el trato, por la sonrisa, por la atención y el cuidado a todos los vecinos que hemos traspasado esas puertas y a quienes en su paseo hacia la Catedral se detenían a por un botellín de agua o un picoteo, a por las infalibles pipas en Semana Santa. 

Nos vemos, Carla, en la terraza de Los Tilos o en el antiguo Thalberg, el Universal 2.0 de Carlitos, porque el café de la media mañana y el de la sobremesa no tienen fecha de caducidad y no hay un lugar más bonito donde encontrarse que en las calles y terrazas de nuestro casco antiguo, nuestras pequeñas ágoras a cielo raso, al pie de los jardines que perfuman los tilos, cerca del olivo.

Ahora, Manolo y Carla, os queda el descanso bien merecido, una vida de trabajo bien cumplida. Ahora, Carla y Manolo, para vosotros, la VIDA. 

Gracias, gracias, siempre.

Quién lo ha escrito:

2 comentarios en «La tienda de Carla baja la trapa»

  • Hace un tiempo no veía por encima del mostrador….mi vista quedaba a la altura de los yogures y las gomas Milan….poco a poco fuimos mirándonos a los ojos, ojos siempre cariñosos y alegres, a pesar de que aveces sonreímos sin ganas. Gracias Carla por tanto amor. Gracias Manolo por tu respeto.
    Alicia Antón y familia.

    Respuesta
    • Carla, no sabes cuánto te echamos de menos. Como muy bien dice la sabiduría popular, no se llega a valorar del todo algo hasta que no se pierde, y esto es lo que estamos viviendo los vecinos del barrio, la gran ausencia de Carla. Desde la Rúa 10 te mandamos un abrazo enorme y sobre todo cariñoso deseándote lo mejor para tu nueva vida, de descanso, familia y amigos, que te mereces y sabrás disfrutar como nadie. Un abrazo también a Manolo.
      Y como no, muchas gracias a Ana, por erigirse en portavoz del vecindario, por este texto tan sentido con el que me identifico completamente Ana, como siempre, lo bordas.

      Respuesta

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