Entre nosotros
Me había prometido no escribir nada esta Semana Santa. Descansar, vivirla, disfrutarla con los míos, hacer un paréntesis en estos 30 años (ahora 31) ininterrumpidos informando, tomándole el pulso a la ciudad cuando el corazón se le desboca y se vierte por las calles en forma de procesiones, en cánticos, rezos y reencuentros.
Y ahora, aquí, es Jueves de Pasión, es ya tiempo de Semana Santa. Y Zamora está callada, desierta, como dormida, presa de un enemigo invisible que está sembrando dolor y muerte en miles de familias y yo pienso cómo escribir cada día la crónica de lo que no fue.
Hemos esperado sin suerte al Nazareno por si decidía subir la cuesta por su propio pie, por si esta bofetada de realidad fuera solo una pesadilla, por si pudiésemos rebobinar el tiempo, regresar a hace apenas un mes, cuando nuestra vida era normal, cuando todo estaba en su sitio y esperábamos esta noche con la misma ilusión con que los niños esperan a los Reyes Magos.
Hemos esperado su paso quedo ante las ventanas, hemos cerrado los ojos y en el silencio hemos escuchado, hemos imaginado las campanas de San Frontis pregonando su salida, las esquilas del Barandales anunciando procesiones, la música de la Banda meciendo su paso, el cántico del río, el perfume de los tilos, el reloj de la Catedral dando las once mientras el Jesús entraba con la cruz a cuestas.
Ahora los balcones son miradores a la esperanza donde cada tarde aplaudimos a los que nos ayudan, a los que nos cuidan, a los que luchan en primera línea contra un virus maldito que ha detenido el mundo.
A lo mejor no lo sabíamos, pero en ese momento pasaba el Nazareno con su Cruz sobre los hombros; con el dolor de los que lloran, con la soledad de los enfermos, con todos los que en estos días de terror sostienen nuestras cruces y nos ayudan a caminar por la enfermedad y también por la esperanza exponiendo sus propias vidas.
A lo peor no lo sabíamos, no lo hemos visto, no lo hemos sabido ver. El Nazareno ha pasado, ya está entre nosotros. Eran las ocho en punto de cada tarde.
(Foto: Ana Pedrero)
Una vez más gracias por tus palabras
Son muchas cruces las que carga el Nazareno esta primavera: dolor, impotencia, ausencias no lloradas, miedo…
Pero hay un niño que hace pompas de jabón a las ocho, mientras suenan los aplausos. Y las pompas suben hasta mi balcón y son plegarias silenciosas y coloridas.
Volverá un Domingo de Resurrección con varas floridas llenando la Plaza Mayor.
Ana como siempre y ahira más que nunca que nuestro corazoncito también esta herido asoman y resbalan las lágrimas que son buenas para el espíritu y reconfortan.no dejes nunca de hacernos sentir esa realidad, este año virtual.un besazo