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Bendita diferencia

La ciudad de Toro tendría que haber celebrado esta mañana la tradicional bendición de ramos y palmas en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense y, a continuación, la procesión de la Borriquilla, ambos actos organizados por la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad. No ha podido ser.


Con esta procesión celebramos cada Domingo de Ramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde fue recibido con palmas, con júbilo. «Bendito el que viene en el nombre del Señor». En este día, en el que es recibido como un Rey y aclamado como Mesías, también se celebra durante la Eucaristía el Via Crucis que da comienzo, precisamente, con esta entrada triunfal, pues en la liturgia de la Palabra se recuerda la Pasión según el Evangelio de San Mateo, un proceso a lo largo del cual Jesús pasa de ser aclamado a ser condenado a morir en la Cruz. Se observa así, en un mismo momento, el paralelismo, y al mismo tiempo la paradoja, entre su camino entre palmas y su camino durante los días de la Pasión, ese Via Crucis, ese camino de la Cruz, que culmina con su crucifixión. No obstante, no hay que olvidar, como se lee en el Evangelio en el Domingo de Ramos, que este camino y esta Cruz llevan también al triunfo que supone su Resurrección.


Sin embargo, hoy os invito a reflexionar conmigo. ¿Alguna vez habéis pensado en cómo recibiríamos hoy a Jesús si se presentara aquí, entre nosotros? A juzgar por cómo funciona el mundo y cómo se comporta la humanidad en general, la respuesta es rápida y sencilla… lo recibiríamos mal. Basta para saberlo el darnos cuenta de cómo tratamos a todos aquéllos que nos parecen distintos o que actúan o piensan de una forma que no es como la nuestra o que no consideramos correcta. Basta para saberlo ver cómo tratamos, cómo apartamos, cómo menospreciamos a los que nos parecen diferentes, los que tienen otra raza, otro color, otra religión, los inmigrantes, los homosexuales, los discapacitados, los ancianos, los pobres… y tantos otros.


No seríamos capaces de reconocer a Jesús porque él aparece como uno más, pero como uno más entre los que marginamos. Él mismo nos aclara que se considera uno de ellos: «en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).

Hoy nos duele ver cómo trataron a Jesús en su época, pero no reconocemos que, después de dos mil años, no hemos avanzado y seguimos dejando a un lado a quienes nos resultan diferentes. Y Jesús era diferente. Es diferente. Bendita diferencia.


Tenemos que aprender a tener la mirada más limpia, la mente más abierta, las manos más generosas, el corazón más acogedor, el abrazo más grande. Tenemos que aprender que sólo juntos, unidos, somos fuertes, capaces de luchar, capaces de vencer. Que somos iguales. Que las diferencias nos enriquecen humana y culturalmente. Que la solidaridad nos aparta de esas diferencias. Y quiero creer que en estos días, días de dolor por esta pandemia que no discrimina a nadie, que no entiende de diferencias, estamos aprendiendo a valorar a las personas por lo que son, por lo que nos une y no por lo que nos separa. Que estamos recuperando valores. Que estamos abriendo la mente, el corazón y los brazos. Que a partir de ahora no nos fijaremos tanto en los detalles diferentes. Que, quizá, dentro de un tiempo, Jesús pueda estar entre nosotros y lo tratemos bien.

📷🖋 Marisol Cámara Ruiz
Imágenes de la procesión de la Borriquilla de la Semana Santa de Toro 2019 (Zamora). Asociación del Santo Sepulcro y La Soledad.

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