La llave de la alegría
Borrascas y temporales de frío y nieve azotan a la provincia en este enero incierto. La escarcha y el hielo se posan en los candados que un día cerraron los enamorados en el viejo puente románico. Amores a prueba del gélido soplo del olvido sobre el Duero, desafiando a los siglos, a una ciudad dormida.
La vida discurre con las puertas cerradas, confinada entre cuatro paredes y reclama ya la luz de la esperanza, el calor, el impulso de la libertad, nuestro mundo sin horas ni fronteras.
Junto a este candado que une dos almas para siempre, un deseo: que encontremos la llave de la alegría. El latido, el pulso, el abrazo, el beso, la sonrisa.
Foto: Rafael Pedrero
