LOS INCENDIOS DESDE DENTRO (Segunda, tercera lección)
Por José Luis Gutiérrez García, «Guti» (ingeniero, técnico de Medio Ambiente al mando de la extinxión de los incendios en la provincia de Zanora)
Envueltos como estamos en una vorágine de falsedades, de medias verdades, de simplismo, corremos el riesgo, si no estamos ya de lleno metidos de nuevo, de volver a la casilla de salida, de seguir sin hacer nada; de volver a la casilla de salida, que ya sabemos que sólo nos lleva al negro absoluto.
Los incendios que hemos sufrido han sido, sí, inabarcables, pero no imprevisibles ni tampoco imposibles de prevenir. Buscamos respuestas simples a un problema de una complejidad tremenda, queremos solucionar a golpe de receta algo que debiera ser objeto de reflexiones y acciones muy meditadas, con un «terrorismo incendiario», «cambio Climático».,»los fuegos se apagan en invierno», «el monte que produce no se quema», «eucaliptos no», «la culpa es de la agenda verde», «en el oeste todos son cerilleros»; nos quedamos tan a gusto, cada cual escogiendo la solución simple que su ideología le ofrece, y a mí desde dentro me parece, desde la inteligencia, una aberración y, desde lo político, un malicioso engaño.

El negro, que ha segado vidas, arruinado familias, hipotecado el futuro de ganaderos, de empresarios turísticos, de vecinos; el negro que se ha llevado por delante los paisajes donde trabajar, donde amar, donde hacerse mujer y hombre, es el resultado de muchas causas entre las que son innegables una nueva realidad climática, un modelo de gestión del territorio en quiebra y sobre todo el abandono de la tierra, de los usos y prácticas que crearon y sostuvieron el paisaje, así de sencillo: una ola de calor extraordinaria, varias tormentas, dos accidentes, una docena de desalmados, dos relámpagos y cientos de miles de hectáreas abandonadas para ponernos frente a la realidad, una realidad que a partir de ahora será además, con certeza, cotidiana.

El modelo ha quebrado y no se va a recomponer con subvenciones, con más bomberos o con publicaciones de twitter. Hay que ponerse a pensar, a trabajar, a escuchar a los pobladores, pero también hay que cambiar muchas cosas y ser todos, especialmente los que habitamos o descendemos de esta tierra, que la solución, si existe, empieza por no esperar la lluvia de millones desde arriba sino en remangarse, comprometerse, trabajar, exigir, reclamar, cavar, cortar zarzas y amar mucho más la tierra.

Yo como profesional de esto seguiré intentando hacer lo mejor que pueda mi trabajo y pensando que es posible darle la vuelta a toda esta desgracia.

🔴🔥(Lección tercera)
Los pueblos del oeste ibérico han sobrevivido durante siglos gracias a un sistema social basado en el comunalismo, los concejos, juntas, comunidades de bienes, las facenderas, fajinas, han permitido el sostenimiento de los vecinos, pues en un medio pobre y agresivo fue el común el que hizo posible el mantenimiento de las familias.

También los pueblos del oeste han vivido pegados al fuego del que se han servido durante milenios para marcar esa fina frontera entre el monte del que se vivía y las tierras de las que se sacaba el pan.
Estos días de evacuaciones, angustias, peligros hemos visto desde dentro ejemplos de que el común, organizado y trabajando a una es capaz de obras increíbles; así en Porto, por poner un ejemplo vivido, un grupo de vecinos se dirigieron a nosotros pidiendo qué hacer y valorando los trabajos para los que sin poner en riesgo su integridad se podía hacer labor; manos a la obra la hicieron, y menuda labor de limpieza alrededor del pueblo, limpieza que nos permitió luego hacer un fuego técnico con seguridad, de guía de equipos por el terreno, de explicaciones finas de los caminos y los peligros. Fue posible porque pese a la entendible rabia de los primeros momentos, a la incomprensión que muchas veces se tiene de nuestros protocolos y procedimientos, nos paramos a hablar, a pensar, a organizarnos y a actuar.

La importancia de que las comunidades pequeñas estén organizadas, formadas, preparadas para los incendios, como lo estuvieron desde siempre, es vital; nunca habrá medios suficientes para atender una docena de grandes incendios en dos semanas, nunca. No podemos seguir pensando a que cada vez que arda el monte esperar sentados en la plaza hasta que vengan a apagarlo; tampoco podemos salir como vecinos y lanzarnos a las llamas, hay que tener las faenas hechas, cada uno su parte, pequeña o grande. Hay que hacer más concejos y menos meriendas, como le decía el otro día a un buen amigo que pasa mes y medio cada año en su pueblo, organizados también para exigir, para reclamar, para pelear.

Estos días se extiende la máxima «sólo el pueblo salva al pueblo», es una necedad interesada esparcida por los que nunca han sido pueblo. Sólo los pueblos organizados, conscientes y exigentes, con una administración eficaz, se salvan, hasta donde yo entiendo.