No son anémonas
El soplo gélido del invierno ha obrado la magia y ha convertido las hojas secas que cayeron en otoño en una inmensa alfombra de anémonas.
La tierra del monte de San Miguel, separada de Toro por el Duero, es un campo de anémonas, el reflejo esculpido en hielo del fondo marino.
Regalos de la naturaleza, poesía escondida de la escarcha, que pasa inadvertida ante nuestros ojos, que cruje bajo nuestros pies.
Fotos: Ana Pedrero