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Nos queda el beso

(Para Mariángeles, que hoy estaría a mi lado en la procesión más hermosa de nuestra vida. Para todos los hermanos, porque quizá sea ésta noche la procesión más hermosa de nuestra vida)

El reloj pasa unos minutos de las diez y media de la noche, esta noche de Martes Santo en la que el silencio toma la palabra, en la que la cruz es tan compartida, tan de todos.

A estas horas probablemente estaría bajando a toda prisa la cuesta de Balborraz, la que vierte al Duero, con mi amiga Mariángeles, en esta noche que para nosotras es una especie de nochevieja en abril. Porque aquí, en Zamora, contamos así el tiempo, de Semana en Semana Santa, de año en año, de Pascuas a Pascuas. Y sumamos los años de procesión en procesión y luego hacemos el recuento, la memoria de la vida.

Y me acuerdo del año primero en que me faltó Miguel, que se nos fue un 7 de abril como hoy; y del primer año en que salimos las mujeres, cuando me hizo una foto en La Magdalena mi primer novio, el que dicen que se quiere toda la vida; y de aquel otro en que me faltó Mariángeles porque casi no se tenía en pie por el puñetero cáncer al que venció como una campeona. Y de los nervios en la sacristía cuando entraba a coger «mi» Cristo, aquel Cristo largo del Obispado que nadie quería porque rozaba en las canillas hasta hacer herida.

Y veo a Juan Manuel y a Mercedes ensayando las mismas canciones de siempre mientras la iglesia se va quedando pequeña y Él nos espera en la Cruz. Y abrazo a mi amiga del alma y a Jesús cuando el coro entona el Venid a Mí y la comunión no es una hostia de pan, sino la emoción compartida que aflora en los ojos, en las manos, en el abrazo, en tantos amigos, hermanos que no nombro pero están aquí, conmigo. Los de antes, los fundadores, los más jóvenes, los que ocupamos casi el mismo sitio en la iglesia, los que rezamos juntos cada martes de Cuaresma. Los de las fotos en blanco y negro y los del color; los que veló el paso del tiempo y los que se quedaron por el camino. Y el padrenuestro de los hermanos de paso junto a su Cristo, nuestro Cristo, que hoy es el Dios doliente que se hizo Hombre. Y ese pellizco que casi duele en el estómago cuando se apagan las luces del templo y se abren las puertas mientras Cristo se abre paso en un bosque de caperuces verdes y los tambores anuncian una nueva procesión. Nunca se ve tan bonita la iglesia de La Horta, nunca tan bonita la noche de Zamora.

Echo de menos a Fernandico y también a quien cada año acudía a buscarme a la iglesia ya de madrugada. Y enciendo la noche, ilumino el camino y mi corazón con el hachón, con la luz de César, y recuerdo a aquella adolescente que ayudaba a subir y bajar hachones a la Torre y luego se venía para casa enfurruñada y veía pasar a sus hermanos tocando el tambor detrás del Cristo ante los balcones de casa. Hé ahí a tu Hijo, mujer.

Esta noche es nuestra noche, la de las Palabras y el macheteo de la madera contra el suelo y el golpe seco, atronador, de los bombos, como si se abriera la tierra, como si se rompiesen los cielos. Noche de rezar bajo un caperuz verde mientras la verde Esperanza y su hijo el Nazareno se despiden junto al Duero.

Hoy no han venido a despedirse al pie del puente. Acaso saben que hay miles de hombres y mujeres, hijos y padres, hermanos, familia, amigos, que no pueden despedirse aquí, en la tierra. Nuestra tierra herida en la que hoy el silencio es la palabra. Hoy la procesión se hace desde casa y sólo el viento de esta noche húmeda de abril rezará en Viriato borrando el rastro de esta voz mía que este año no será.

Pero nos queda el beso en estos días sin besos. Ese beso eterno que captó el amigo Ladoire con su cámara. Ese beso a escondidas subiendo Balborraz. El beso de la memoria, que hoy nos devuelve cada minuto. Todos los besos de los que nos faltan, que se vuelven estrellas y nos encienden por dentro.

Nos queda el rezo hecho cántico en este Martes de silencio sin palabras, sin mi voz en el aire como si fuera de todos; Martes Santo más santo que ninguno.

Venid a Mí, que Yo os aliviaré.

Foto portada: Pedro Ladoire

Fotos Cristo: José Luis Cabello

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