Ya estáis juntos
🖤✝️ En la madrugada del sábado fallecía a los 83 años de edad Ramón Hernández Grande, un gran hombre pequeño y un histórico zamorano para la vida de la ciudad, su tejido empresarial, la hostelería y la Semana Santa. Fundador del supermercado Sándalo, mítico en la ciudad, y propietario del Mesón El Figón, donde nacieron los tradicionales ‘figones’ zamoranos, Ramón era un incombustible, un hombre de esos que no deberían morirse nunca.
El viejo liberal, como a él le gustaba autollamarse y que le llamáramos; el que vivía con el Nazareno de San Frontis, su Jesús, a un lado, y el Cristo de las Injurias al otro, y con Pilar y sus hijos, con Zamora entera en el centro de su corazón, porque no creo que exista un solo zamorano que no conociese y quisiese a Ramón.
Hernández Grande, grande de corazón, de vida y de memoria; memoria viva de esta tierra con la claridad de pensamiento de quien la conoce y la ama desde lo profundo, con la alegría de quien ha vivido las cosas bonitas de la vida, con la pena de quien la ve languidecer pero no se resigna.
Inquieto, siempre activo, siempre esposo, padre y abuelo, siempre semanasanteros y siempre enamorado del mar, tu otra casa, tu vida en realidad se detenía el mismo día en que se iba Pilar, tu mitad, tu costilla, tu complemento, tu calma; tan discreta, tan guapa, tan siempre a tu lado, haciendo verdad aquello de que sí existen amores eternos.
Ya estáis juntos. La dulce Pilar te tenía las cosas preparadas para cuando llegaras, ya te esperaba. Te vimos fuerte estos primeros meses sin ella, con esa cabeza y memoria prodigiosa y esa energía que se te desbordaba por los poros, incombustible, con tu mascarilla nazarena. Haciéndote el valiente, dándole la cara a la vida y a la muerte. Cuánto te gustaba dar guerra!
Te vimos en silencio tras tu Nazareno y alegre en las últimas votaciones de Jesús del Vía Crucis, tu cofradía del alma, en la que tanto tiempo, dedicación y amor echaste en los años de Virgilio Pedrero, mi tío Lili, con tantos grandes como Luis Felipe, Miguel Marta, Luis Hernández Avedillo y mi padre, entre otros. Gente buena, de la de rascar y encontrar oro. Qué bonita está última foto de los tres ‘patriarcas’ sentados ante el ábside de Santa María después de depositar vuestra confianza y el futuro de la hermandad en Toño. Cofrade hasta el último día. Y merengue, que también a los tuyos se lo pasaste desde la cuna.
Orgulloso hermano de honor del Vía Crucis, número dos del Silencio, con tus secretos rezados en voz baja también a los pies de la Virgen de la Soledad, te ibas en estos días históricos en que la Semana Santa se echaba a la calle en pleno mes de octubre, como si quisiera despedirse de quien tanto impulsó y trabajó por sus cofradías, de quien tanto amor puso para transmitírselo por la vía de la sangre y de la fe a tus hijos, nietos y bisnietos. Con qué orgullo lo contabas, con qué orgullo posaban las cuatro generaciones para las cámaras antes de la procesión.
Ya no existe el Figón, escenario de tantas celebraciones familiares, de tanta alegría y tan buena mesa, y poco queda de esa Zamora más pequeña y más auténtica de la que tanto hablábamos, en la que ya forjaste con mi padre y mis tíos, con mi abuela, con los míos, una amistad para toda la vida.
Ahora te esperan ahí arriba. Ya en la tierra nos dejáis mucho y bueno, amigos que intentaremos mantener estos lazos, este cariño, desde la memoria compartida de un hombre bueno, sabio, justo.
Si no hubieses existido, hubiésemos tenido que inventarte. Descansa y vuelve a casa, navega por el cielo, mi querido Ramón. Guárdanos un sitio en tu Figón de arriba, viejo liberal que tanta ausencia dejas aquí abajo, en tu tierra enamorada.
(Todo mi amor para vosotros, familia querida ❤️)







Mi querida Ana, cuanto te quería y te admiraba el viejo liberal. Muchas gracias por tus verdades, dicho con tanto cariño y respeto. Cómo eres tú….
Nuestro querido Bisa, como lo llamábamos en casa, seguro te está mandando muchos besos con sus dedos torcidos.
Te queremos mucho Ana. Y otra vez gracias.
Preciosas lineas Ana
Conocí a Ramón hará quince años, pero enseguida me pareció una persona ELEGANTE en todos los sentidos. Cuando Aurora me dijo que estaba muy malito, se me inundaron los ojos de lágrimas, cuando he sabido que se había ido,me entristecí, son personas que nunca se irán del todo.
Hasta siempre Ramón