EspecialesOpiniónSemana Santa

El primer árbol

Desde aquí puedo sentir la caricia del aire en el huerto del Espíritu Santo si cierro los ojos; ese huerto de los olivos enclavado en el arrabal, allá donde el bosque de Valorio impone su ley de soledades. La noche es fresca; huele a humedad, a luna llena sobre un mundo a oscuras. 


Este año no miramos el cielo, no hay abrazos ni murmullo de procesión ni faroles a ras de suelo como estrellas descendidas a la tierra. Este año la penitencia no calza sandalias. Somos penitentes de pijama y zapatillas, cofrades de andar por casa y aplaudir en el balcón. Cofrades, soldados en primera línea con batas y zueco, uniformes, mascarillas y guantes, ángeles de la guarda en la tierra.


Después de subir y bajar tantas veces la Cuesta del Mercadillo con prisa cuando pesaban menos los recuerdos y los años, me había acostumbrado a esperar el Viernes de Dolores en mi casa hasta que el Cristo del Espíritu Santo pasaba abriendo la penitencia en Zamora.


Y ahora, cuando tenía que estar afilando el oído por si escuchase a lo lejos el duelo de un campanil, el lamento de las carracas; ahora, cuando tenía que estar abrigándome para matar esta noche de abril; ahora estoy en mi habitación con los pies desnudos sobre la cama y un gato despreocupado que ronronea sobre mi pecho, feliz porque no entiende de confinamientos.


Ahora, que esta plaza mía es quietud, sombra, ausencia, el único rumor que escucho es este móvil que vibra con las llamadas del #coronabingo de las noches, que se ha convertido también en escape y en rutina porque a veces tres, cuatro semanas, son más que una vida que en apenas veinte días parece irreal, otra vida.


Y cierro los ojos, aprieto los puños y dejo que ese aire me acaricie la cara, el alma; que me traiga las voces queridas de los que se fueron, las voces que este año no serán. Este silencio tan pesado, tan denso. Y rezo a mi manera con esta ropa de estar en casa que este año es el hábito, la obligada túnica de la ciudadanía.


Probablemente, cuando me duerma, el Crucificado pasará por mi puerta y las voces de los sin voz quebrarán este silencio que duele, traerán la primavera a este mundo donde brotan miles de cruces desde su vientre, desgarrándolo, hasta que un día sean el signo, el verde leño de la vida.

Su Cruz será el primer árbol.

Fotis procesión: Alberto García Soto. Blog ‘Jesusario’

Fotos huerto: José Luis Cabello

Quién lo ha escrito:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies