Otra tarde amarga
“Yo soy la luz del mundo. El que me siga tendrá la luz de la vida” (Jn, 8, 12)
Esta tarde estaríamos esperando con impaciencia, en algún punto del itinerario, la salida y llegada de la procesión, con Barandales abriendo el cortejo, seguido de sus penitentes, los estandartes, el coro, la Corona y Jesús, tan reluciente y vivaz como siempre.
La realidad es que estamos mirando por la ventana para ver si todo esto es un sueño y vemos a ese paso desfilar en el horizonte camino del Camposanto, para rezarle a todos aquellos que han abandonado este mundo.
Afinamos bien el oído para escuchar ese cuarteto de viento o quizás algunas notas del cántico estrella de la cofradía: “De Profundis”, ese lamento que podemos entonar todos desde nuestras casas para solidarizarnos con la causa.
Nada sucede, ni lejos ni cerca. Todo está en silencio; la Catedral desierta, el Duero tranquilo. Nada creemos que pasa y está pasando de todo. Más allá de nuestra mirada, hay almas que continúan abandonando sus cuerpos en este mundo terrenal para irse al celestial, dejándonos solos y con un gran vacío en nuestro interior.
Ojalá que el Jesús de Hipólito nos guíe hacia la Luz divina, ilumine a los hombres y acabe con tanto sufrimiento. Ojalá esa corona de difuntos que hoy saldría a nuestras calles, no tenga que llevar más flores a los cementerios. Ojalá.
Hoy sería sábado de Luz y Vida, en cambio, es sábado de oscuridad y muerte debido a la situación que atravesamos. Por eso creamos y tengamos esperanza en el cambio y solución de este problema que nos ataca diariamente.
Encomendémonos a este Jesús de luz, para que siga reinando la vida y el bien se imponga ante la adversidad.
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn, II. 2S)
(Fotos y vídeo: Verónica Viñuela)