Por los que plantaron los pinos hoyo a hoyo

🔴 JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ GARCÍA

Acabo de hablar por el móvil con otro de los jefes de sector, la mano de Víctor en mi hombro, Guti, ¿estás bien?. Aprieto los dientes, contengo otra vez las lágrimas, respiro, dispongo otra lista de instrucciones, todo el mundo sigue a la tarea, me indican, me subrayan, me informan, sigo analizando; suena el teléfono y otra mala noticia, otro momento de angustia que intento apagar desde la razón. Así llevamos no sé cuántas horas, fuera están todos los valientes, calentándose la cara, sudando, gritando, conteniendo este monstruo que no tiene más que hambre de negrura, fuera están los que hemos sacado de sus casas, los que lloran las pérdidas porque les van a quedar sólo cenizas, lejos los que piden respuestas y más lejos los que no aportan.

Eso fue mi sábado y el de todos mis compañeros, eso fueron estos cuatro malditos días: un ejercicio de trabajo, impotencia y rabia.

Soy parte de un equipo de valores infinitos, de gente que ama por encima del trabajo la tierra que pisa y por encima de las dificultades el sudor que comparte con los suyos, gente que no se arruga ante el enemigo y que como yo hoy andará tragando saliva para no amargar la vida a los que te quieren, para que no te vean llorar en casa, para que cuando venga el próximo, que vendrá, seguir con el ánimo bastante para volver a la batalla, para no irse a casa, cuando no eres quien tiene que irse a casa.


Amo esos montes que ardieron y son parte de mi vida, que en ellos empecé a ser forestal, que en ellos entendí lo que agradece la tierra el sudor del trabajo del hombre, por eso comparto la rabia de quienes han perdido en un fuego además de lo material el paisaje feliz de su recuerdo, de su infancia, de la necesidad de sus mayores, de siglos ligados a las urces y las carqueixas, y me indigno y maldigo con ellos en la impotencia que da haber perdido todo.

Ayer mis mejores compañeros me escribían, pasmados ente la negrura y la desolación que les quedaba enfrente: y ahora qué hacemos Guti, y ahora qué vamos a cuidar, a gestionar, a proteger. Y yo les contaba de la memoria del Señor Serafín, del Salao, de Manolín, de Emilio, de todos los que plantaron los pinos hoyo a hoyo. Les contaba que en su memoria nos debemos al trabajo de levantar de nuevo la Sierra de la Culebra, porque nosotros como ellos, no vamos a ver el esplendor de nuestra obra y porque nosotros, como ellos, trabajamos por la tierra que amamos y para los que la vivan dentro de cien años.

Estos días en el dolor soy vecino, y ganadero, y cazador, y paseante, y lobo, y pájaro pequeño y en el trabajo soy peón, y capataz, y manguerista, y maquinista, y conductor, y piloto, y militar de la UME, y guardia, y guarda, y analista, y técnico y jefe y desde todos mis ser estos días sólo quiero dar gracias a toda esta grey de valientes, a esta leva de gente honrada que os habéis dejado la piel y el ánimo en esta tragedia y también quien clama porque esta vez alguien allá arriba tome conciencia de que hay mucho que mejorar y mucho que asumir, que nosotros ya hemos hecho, otra vez, nuestra parte.

Foto cedida por Emilio Fraile

🔴 NOTA de la Redacción: Mucho se ha escrito estos días sobre el devastador incendio en la Sierra de La Culebra, pero desde Hostelería en Zamora creemos que no hay unas palabras tan desgarradoras, hermosas, sentidas, y también esperanzadoras como las que reproducimos del ingeniero forestal y amigo José Luis Gutiérrez García, quien ha estado al mando en inacabables jornadas luchando sin tregua contra el fuego en unos parajes que le han visto crecer.

Sólo podemos decirte, deciros, GRACIAS.

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